GEOGRAFÍA - PAÍSES: Francia - 5ª parte

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Geografía

PAÍSES

Francia - 5ª parte


Geografía económica (continuación)   Historia hasta s. IX

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Geografía económica (continuación)

a construcción aeronáutica, sobre todo la militar, constituye una actividad relevante, en la que destaca el sector de la tecnología espacial, de gran importancia a partir de la década de 1980. Es también de destacar el crecimiento de la industria del armamento, en la que Francia juega un papel relevante internacionalmente. El sector químico es también altamente competitivo en el ámbito internacional en algunos campos como el plástico, cuya producción se sitúa en la quinta posición mundial, o el caucho sintético, con el grupo Michelin como empresa líder. Cabe destacar el sector de la electrónica de consumo y el de la alta tecnología (informática), localizado mayoritariamente en la región de París y Normandía y, por otro lado, las industrias agroalimentarias (productos lácticos, cerveza, agua mineral, etc.), y de los transportes.

A pesar de que Francia es una potencia industrial en el nivel mundial, durante las últimas décadas su economía se ha decantado hacia el sector terciario. Aproximadamente la mitad de la población activa trabaja en este sector, sobre todo en la administración pública y las fuerzas armadas, seguidas por el comercio y las finanzas. La actividad financiera se halla concentrada en el Banco de Francia (era hata la entrada del Euro el único con derecho a emitir billetes). Fue nacionalizado en 1946 junto con los otros bancos más importantes del país (Crédit Lyonnais, Société Générale, Banque Nationale de Paris). La Bolsa de París, a pesar de que mostró un incremento de su actividad en las últimas décadas del s. XX, no desempeña un papel tan destacado como en otros países; lo mismo ocurre con los mercados de capital, cuyo desarrollo es inferior al de otros países industrializados. El turismo es un sector importante dentro de la economía francesa.

A fines de la década de 1980 constituía el cuarto país receptor de visitantes, tras de E.U.A., España e Italia. Por un lado, se ha desarrollado un turismo de verano en las zonas costeras del Mediterráneo --Costa Azul--, y en Bretaña y Normandía, y por otro, un turismo de invierno en las zonas montañosas de los Alpes y los Pirineos. El comercio es un sector muy activo que destaca, sobre todo, en la alimentación (grandes cadenas de hipermercados), y en la venta al detalle. Respecto al comercio internacional, Francia ocupa un lugar relevante. Tras su integración en la CEE, las importaciones y exportaciones comenzaron a dirigirse hacia los estados comunitarios y hacia los pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo. En consecuencia, entre los principales estados con los que mantiene intercambios comerciales se cuentan Alemania, Bélgica, Italia y Luxemburgo y, fuera del ámbito de la UE, E.U.A., la antigua U.R.S.S., Irak y Arabia Saudita. Francia importa, en primer lugar, bienes de capital, productos químicos y energéticos y productos agrícolas y alimentarios. Básicamente, exporta bienes de consumo, productos agrícolas y alimentarios, vehículos y materiales de transporte, productos químicos y acero.

Los transportes y las comunicaciones constituyen un sistema muy desarrollado. El importante papel centralista de la capital durante el s. XIX ha tenido como consecuencia la formación de un sistema de comunicaciones con un trazado radial que parte de París. La red de carreteras y autopistas es la más densa de Europa después de la de Bélgica. La red ferroviaria, nacionalizada, presenta también un trazado radial. Otro sistema de transporte, que se ha desarrollado de manera muy especial en el N y el E, lo constituyen los ríos y canales interiores. Asimismo, el tráfico marítimo es muy intenso, de entre sus puertos destacan el de Marsella y el de El Havre.

Historia hasta siglo IX

El territorio de la actual Francia se encuentra entre los que fueron poblados más antiguamente, al recibir la oleada migratoria de hombres paleolíticos llegados del África oriental hace 1 000 000 de años. Durante el Neolítico final y la Edad de los metales, la Europa occidental recibió nuevos aportes de población, fundamentalmente indoeuropeos procedentes del entorno del mar Negro. A los pueblos instalados en la cuenca mediterránea europea se les llamó ambiguamente celtas; los romanos empezaron a denominar galos a los celtas instalados al NO de los Alpes. Dichos galos eran un pueblo extremadamente belicoso y con una cultura basada en la religión druídica. Cuando Roma se afianzó como un Imperio poderoso, pasó de ser víctima del saqueo recurrente de los galos a ser dominadores de la tierra de éstos, la Galia, anexionada en la segunda mitad del s. I a C gracias a las campañas militares de Julio César. Durante cuatro siglos, la Galia fue una provincia del Imperio y estuvo sometida a una intensa influencia cultural que se impregnó de los comportamientos, la lengua y la organización política y económica de los conquistadores.

Cuando el Imperio romano se hizo cristiano, también la Galia recibió a sus evangelizadores: san Ireneo y san Martín de Tours. Desde aproximadamente el s. II, el Imperio entró en una crisis irreversible que acabó por hacer desaparecer su parte occidental dos siglos después. Los síntomas más llamativos de la crisis fueron el declive demográfico (esp. reflejado en la decadencia de las ciudades) y la ralentización de las relaciones económicas y comerciales; el Imperio romano de Occidente se ruralizó y sufrió un retroceso económico y cultural, replegándose sobre sí mismo. Los invasores colapsaron el Imperio y se repartieron su territorio; en la Galia se crearon diversos principados, donde los distintos grupos étnicos (visigodos, burgundios, bretones, francos) de la segunda oleada se impusieron como clase dominante sobre la muy mayoritaria población galorromana.

Entre este mosaico de pueblos, hubo uno que consiguió cierta hegemonía sobre el resto y logró unos primeros conatos de reunificación del territorio: los francos salios. Éstos debieron apoyarse en un poderío militar basado en su número y en su tecnología bélica, pero sobre todo supieron aprovechar bien las circunstancias: fueron mucho menos rígidos que el resto de los invasores germánicos en mantener la segregación de la población galorromana, al menos de las capas altas, con lo que establecieron una relativa solidaridad. Especialmente el primer rey merovingio, Clovis, dio un golpe maestro al convertirse al catolicismo, frente a los otros pueblos paganos o arrianos, ganándose el reconocimiento de la Iglesia, continuadora de Roma.

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